sábado, 29 de marzo de 2008

El Desconocido

Me duelen estas palabras que tomo como ciertas, escritas por un poeta lejano a mi: “nosotros los de entonces ya no somos los mismos”.
Me duele este espacio que se ensancha cada día entre el que fui y el que soy, entre el que nunca fui y el que nunca seré.
Me duelen mis ojos perezosos que solo ven lo que se les pone enfrente. Me duelen mis pies inquietos que caminan inciertos, incontentos.
Me duele este aire que respiro y que no encuentra lugar en ningún sitio, estas lágrimas que se secan en mis mejillas y que regresan a mi envenenándome, estos dedos que inventan cosas en noches tristes como esta.
Me duele verme al espejo y no reconocerme nunca, ver un reflejo diferente y el mismo lunar y la misma cicatriz y la misma nariz y pestañas, siempre distinto.
Me duelen esos lugares que visité a los cuales no regresaré, las caras que conocí y que jamás veré otra vez, las voces que me hablaron y que se apagaron, el cielo que nunca tiene los mismos colores. El mar en el que nacen olas que viven instantes (que se entregan de una forma hermosa antes de morir). Me duele este silencio y esta angustia de vivir, ser alguien que no conozco y que no conoceré.

viernes, 28 de marzo de 2008

Mi Ventana

Mi ventana da hacia una pared de ladrillos con vegetación trepadora, parásito.
Los techos de las casas pueden verse desde aquí, al fondo, una colina, en la cima de ésta, una pequeña escuela.
Los gritos de los niños me despiertan cada mañana y con ellos llegan recuerdos de infancia que se confunden con el último sueño matutino:
Yo era dos niños.
Uno de ellos taciturno, disciplinado y sin sonrisa llora abatido la muerte de su madre que llegará algún día.
El otro, inquieto, corretea una pelota roja. Después, roedeado de otros niños, cuenta historias, anécdotas que ha escuchado y en las cuales se incluye.
Me despierto, la ventana, los gritos que llegan como murmullos, mis piernas largas.
Hoy no soy ninguno de los dos.

jueves, 27 de marzo de 2008

Dakota

Nunca fuimos lejos. Necesitamos ir lejos. (tan lejos que no podamos ver de donde venimos)
No sé a donde vamos ahora, No sé a donde vamos ahora.

martes, 25 de marzo de 2008

Cuando Dueremes

Cuando duermes,
(solo puedo imaginarlo)

Seguramente tu cabello sobre un libro
y tus pies en la arena, enterrados.
Tu sueño con mariposas que viven en escafandras,
de niños que regresan al vientre
y tormentas que renuevan la ciudad.

Cuando duermes,
(solo puedo imaginarlo)

Bajo la misma luna que embriaga mi mirada,
quizá la misma brisa, el mismo sueño.
En sueños, encontrarnos
mover las piedras
construir un refugio
velar ahí tu sueño.
Escuchar tus ronquidos de gato
tus palabras entre dientes como de otro idioma.
Ahuyentar los mosquitos.
Ver cuando abres los ojos ya en la mañana
y como entra en ellos la luz y vives de nuevo.

Cuando duermes,
(solo puedo imaginarlo)

Las sabanas, mis manos, tu espalda,
el techo que se eleva y se convierte en cielo.

lunes, 24 de marzo de 2008

Estoy Triste

¿Qué pasa cuando tienes esa fiebre que no te deja hacer nada? ¿Cuando solo quieres dormir y llorar y no puedes? ¿Cuando piensas en todo lo que te preocupa al mismo tiempo y no puedes más que ver el techo o mirar por la ventana y ver como llueve y darte cuenta que no eres de esos que se quitarían la vida, pero que, sin embargo, te gustaría? Eres cobarde, siempre lo has sido, nunca serás amigo de la navaja de afeitar, ni de la cuerda, ni de la pistola. No puedes dejar que tu vida se vaya así nadamas, pero tampoco puedes vivirla, prefieres esperar que todo se arregle, que todo pase.
Hay algo tan triste que se apodera de ti y no, no puedes llorar.
Piensas entonces, en una vida futura, en tener una familia y entonces no sentirte tan solo, decides esperar eso. Luego la duda se apodera de ti. Tal vez de todas formas, todo siga siendo igual, o incluso la soledad sea mayor. No habrán tenido sentido esos años vividos de más. Así que mas vale que no sea de esa forma, mas vale que entonces no te sientas solo, mas vale que entonces seas feliz, mas vale que entonces, por lo menos, puedas llorar.

viernes, 21 de marzo de 2008

Papá Benito


Me gusta ver las estrellas. En verdad disfruto de ver el cielo y observar como tiritan los astros a lo lejos (como diría el buen Pablo Neruda), como si te guiñaran los ojos, me da mucha paz y me pongo a pensar en muchas cosas.

Es difícil ver las estrellas en las ciudades, las luces de las ciudades alumbran el cielo y son pocas las estrellas que pueden verse. En las áreas rurales es distinto. El otro día viaje a un pueblo a cinco horas de aquí solo para ver las estrellas. En realidad fuimos a buscar a mis bisabuelos, los trajimos a la ciudad para celebrar el cumpleaños de mi bisabuelo. Yo iba a ver las estrellas.

Y ahí estaba en el pasillo, acostado en un catre, con comezón en la espalda, viendo al cielo, las estrellas. Ahí estaban Orión, la osa mayor y todas esas constelaciones cuyos nombres no recuerdo. Tenia mucho tiempo que no veía un cielo así, tan lleno de esas luces que prenden y apagan, estaba muy contento, respiraba la brisa de la noche y veía a los murciélagos ir y venir por los árboles, y arriba las estrellas, estaban ahí, y yo aquí abajo mirándolas.
Entonces, viene mi bisabuelo y me hace entrar a la casa por que ya iba a cerrar y si me quedaba afuera ya no me iba a abrir. Todo enojado me meto a dormir, yo tenia ganas de seguir viendo las estrellas, pero el viejo no me lo permitió. En la cama, todo malhumorado, de repente pensé que había sido regañado por mi bisabuelo, el jovencito estaba a punto de cumplir 91 años y yo ahí viendo las estrellas, tratando de encontrar respuestas, cuando está ese señor que me pueden dar tantas. Seguiré viendo las estrellas, pero de ahora en adelante pondré mis ojos más seguido en la tierra.

Hoy fue la fiesta de cumpleaños de papá Benito, como le decimos a mi bisabuelo de cariño, fue algo muy raro, estaba toda la familia, todas mis tías abuelas, mis tíos abuelos, sus respectivos hijos, y los hijos de estos.

Me di cuenta que quiero mucho a varios de los ahí presentes, personas que veo una o dos veces al año, con las que rara vez he mantenido una conversación mas allá del clásico saludo y el qué grande estas. La tía Irma, la tía Licha, el tío Rola, mi prima Ana Cristina, me vi rodeado de mi familia y es grande y cada vez crece más. D
e repente estaba en un rincón pensando, y todos en la fiesta riendo y bailando, por un momento pensé en ir y unirme, pero me quede ahí, observándolos, me puse contento y pensé que seria bonito tener fiestas así más seguido. Me sentí luego muy triste. Me acorde cuando era niño y bailaba con mi tía Licha o mi tía Estela, las hermanas de mi abuelo, de cómo me hacían rueda cuando contaba mis chistes y como borrachitas se retorcían de la risa. No cabe duda que no soy el mismo, la promesa de persona que fui cuando niño nunca se cumplió, pero como quiero a esa familia mía, eso no ha cambiado, al contrario, ha crecido.

jueves, 20 de marzo de 2008

Árboles y Niños

Hablando de árbloes y niños, aqui unas sencillas fotos, sin contenido, qué tomé en el rancho de uno de mis tios.


El árbol que arrulla al bebé

El cuento que acontinuación les presento, lo escribí hace unos meses; una noche, veia un árbol seco, sin hojas, la luz hacía que su sombra se proyectara sobre una ventana, entonces se me ocurrió la idea.





A mi árbol:

En medio de la habitación está la cuna. Las sombras del árbol que se asoma por la ventana, es para la conciencia de los adultos una imagen tétrica; esas sombras alargadas moviéndose al compás del viento podrían fácilmente aterrorizar, pero para un bebé resultan curiosas y fascinantes.

Las sombras acarician el rostro del bebé y éste trata de agarrarlas como si fuesen los dedos de su papá.

Cuando la madre deja al bebé solo en la habitación durmiendo, los dedos del árbol velan su sueño y cuando el bebé despierta a mitad de la noche, se pone a jugar con las sombras y la luz de la luna es el único testigo de las palabras que el árbol le dice al bebé.

Si ponemos atención y escuchamos el viento, podemos oír tantas cosas como queramos. E
l viento es indiscreto, pero hay que tener paciencia para descifrarlo. Cuando el viento mece las ramas de un viejo árbol, las hojas de éste cantan canciones que pocos pueden entender, en ellas la sabiduría que deja años de
sedentarismo es regalada a los que con atención escuchan.

Los árboles son seres extraños, no puedo verlos con otros ojos que no sean los ojos de algo que me es totalmente raro y ajeno. La vida que los árboles viven es totalmente distinta a la nuestra, sus cuerpos son tan distintos a los nuestros, no guardamos ningún rasgo en común.

Me atrevo a decir que son feos, son desagradables a la vista, las arrugas y llagas de sus troncos, sus raíces que sobresalen de la tierra -que mantienen la tierra en su lugar-, sus ramas que crecen desordenas, con ningún patrón aparente. Los árboles me espantan, están ahí siempre, no se mueven, los mueven, nos observan sin observarnos, están atrapados en ellos mismos y a la vez son libres, pero no libres como un pájaro en el cielo, ni atrapados como un león en una jaula.

Dependemos de los árboles de alguna u otra menera; no solo nos dan su sombra, sus hojas fabrican el aire que respiramos, se comen nuestro exhalar venenoso, se comen el sol y la luna, se comen la tierra, se comen ellos mismos, nos comen; los necesitamos, comemos sus frutos, sus hojas, a cambio ellos nos comen.

El árbol que vive en el patio de una casa cualquiera -por que viven, todos sabemos esto, pero lo pasamos por alto-, es el guardián mudo de los secretos de la familia que la habita y a diferencia del viento, los árboles son discretos, jamás revelan los secretos de quienes confían en ellos, y no es porque sean mudos, porque no son mudos, su voz es otra.

El árbol que arrulla a éste bebé con sus canciones, vive ahí desde muchos años antes que la casa fuera construida; pudo ser talado, pero la bondad de la que seria la primera dueña de la casa lo impidió. Vio en este árbol todo lo que quería ver en su casa, toda la vida que le esperaba.

La casa que cuida el árbol que arrulla al bebé es una casa vieja, sus maderas chillan y sus paredes no dejan que se escapen las voces de todos los que la han habitado; el bebé desconoce todo esto y se queda ahí viendo las sombras de su árbol, balbucea y le regala al árbol sus primeras palabras, no palabras de hombres, palabras, y el árbol delicado con sus guantes negros le acaricia el rostro y esta dispuesto a guardar los secretos de este bebé y a cantarle hasta que duerma, y yo me horrorizo, y veo la amistad, el lazo fuerte que se forma entre este bebé mío y el horrible árbol que cuida su ventana
.

Mi Epitafio

Ultimamanete he tenido mucho en que pensar. En mis pensamientos, he viajado mucho dentro de mí, he viajado también hacia las estrellas. Viaje tan lejos en el espacio, que repentinamente pude ver más alla de él, de pronto, veia a traves de mis propios ojos. Lo que está fuera de ellos es el más allá, es eso que no tiene fin y que a veces no me interesa; adentro, hay todo un universo inexplorado, pero finito, que empieza a interesarme más.

"El hombre esta condenado a vivir flotando en el vacio y en la incertidumbre, está condenado a lo efimero, a lo incompleto, a ser eternamente un ensayo, a la falta de horizontes y comprensión". Toda la vida del hombre es un viaje a algún lado, quiero pensar que a casa, pero el camino es largo, muy largo, probablemente no hay un puerto final, solo un camino que se extiende, indefinido. La muerte es mi puerto, es el unico destino final que se me ocurre, pues, sinceramente, dudo que exista algo después, por lo menos como la religión y la constumbre nos lo describe. La muerte es mi puerto, mi casa, pero antes debo recorrer el sendero, un sendero que no será facil, un camino que apenas empiezo a aceptar y comprender, un camino que, sin embargo, al mismo tiempo que empiezo a vislumbrar, se antoja complejo y enmarañado.

Cuando muera quiero que mi lápida diga lo siguiente:


El pájaro negro canta en la oscuridad de la noche,
tomó sus alas rotas y aprendió a volar,
toda su vida esperó ese momento para surgir,
toda su vida esperó ese momento para ser libre.

Lo anterior, es una traducción al gusto de la canción blackbird de los beatles, hace unos días mientras la escuchaba me di cuenta que dicta lo que que he pensado, que es lo que acabo de explicarles. Toda mi vida esperaré el momento para ser libre, pero antes debo recorrer el camino, el largo camino a casa.

El fragmento entrecomillado, corresponde a pensamientos originarios de Herman Hesse
Gracias a Demian, Harry Haller, Armanda, Maria y José Topete.