Tenia diez u once años cuando después de encestar tres canastas en un concurso de feria elegí de entre los posibles premios un libro de Jaime Sabines. En aquella epoca leia todo lo que llegaba a mis manos, mi mamá tiene una amplia colección de libros de ciencias sociales que leí una y otra vez. Aquel pequeño libro blanco fue mi primer encuentro con la poesía. Desde luego poco entendía yo de lo que ahi se decía. Un niño sabe poco del amor, el sexo y la muerte, pero al final sabe algo. Dentro de mi una semilla se sembró, habia algo que me inquietaba en aquellas letras. Mi poema favorito era la cojita embarazada. Era de los pocos que entendía completamente, aun hoy, ya pasados los años, sigo sintiendo esa sensación de ternura y compasión que me despertó entonces.
La cojita está embarazada.
Se mueve trabajosamente,
pero qué dulce mirada
mira de frente.
Se le agrandaron los ojos
como si su niño
también le creciera en ellos
pequeño y limpio.
A veces se queda viendo
quién sabe qué cosas
que sus ojos blancos
se le vuelven rosas.
Anda entre toda la gente
trabajosamente.
No puede disimular,
pero, a punto de llorar,
la cojita, de repente,
se mira el vientre
y ríe. Y ríe la gente.
La cojita está embarazada
ahorita está en su balcón
y yo creo que se alegra
cantándose una canción:
«cojita del pie derecho
y también del corazón».
En la secundaria era mi libro de cabecera. Inspirado en él escribí mis primeras cartas de amor a Aracely. Recuerdo tambié, haber pasado a comentarlo muchas veces en el circulo de lectura de aquellas clases de español, acompañaba siempre mi comentario con la lectura de alguno de mis favoritos del momento. Yo queria hablar de lo impresionado e inspirado que me sentia, mis amigos no entendían, pocos ponian atención de lo que yo decía, no les interesaba. Mi amigo Javier fue de los pocos que mostro interés, me parece que alguna vez le presté el libro, recuerdo también que durante algún tiempo nos hicimos lectores asiduos de otro poeta, Pabo Neruda. Mi maestra de español, la cojita maestra Conny, me miraba con un gesto extraño que me intimidaba. La recuerdo sentada en su escritorio interrogandome sobre los poemas que leia, ella sabia que yo nos entendía por completo e intentaba orientarme. Un día lei yo no lo se de cierto y al terminarlo me dijo que no habia poema mas apropiado para mí, yo no entendí el por que sino mucho tiempo después. A la maestra Conny le debo mucho, me hizo leer muchas cosas interesantisimas, gracias a ella leí por primera vez a Juan Rulfo, Juan José Arreola y Pablo Neruda. Alguna vez me prestó el Quijote de la Mancha, libro que hasta la fecha no he terminado de leer.
Yo no lo sé de cierto, pero supongo
que una mujer y un hombre
un día se quieren,
se van quedando solos poco a poco,
algo en su corazón les dice que están solos,
solos sobre la tierra se penetran,
se van matando el uno al otro.
Todo se hace en silencio. Como
se hace la luz dentro del ojo.
El amor une cuerpos.
En silencio se van llenando el uno al otro.
Cualquier día despiertan, sobre brazos;
piensan entonces que lo saben todo.
Se ven desnudos y lo saben todo.
(Yo no lo sé de cierto. Lo supongo.)
En preparatoria perdí el habito de la lectura, pero jamás deje de revisar aquel libro blanco, el libro de Jaime Sabines, unico libro que traje a Veracruz. Me recreo en cada uno sus poemas, mucho de lo que creo sobre el amor lo aprendi ahí, para mi es verdad. Ahora el libro blanco no está conmigo, está en buenas manos y espero que pronto regrese. Cuando no tengo nada que hacer en la escuela me dirijo a la biblioteca donde hay un libro igual al mio, sin embargo nunca lo he abierto, prefiero leer otro, el cual contiene toda la obra del escritor. Siempre leo los mismos poemas, una y otra vez y siempre me dejan el mismo nudo en la garganta. Recientemente descubrí que estos dos me encantan:
Me tienes en tus manos
y me lees lo mismo que un libro.
Sabes lo que yo ignoro
y me dices las cosas que no me digo.
Me aprendo en ti más que en mi mismo.
Eres como un milagro de todas horas,
como un dolor sin sitio.
Si no fueras mujer fueras mi amigo.
A veces quiero hablarte de mujeres
que a un lado tuyo persigo.
Eres como el perdón
y yo soy como tu hijo.
¿Qué buenos ojos tienes cuando estás conmigo?
¡Qué distante te haces y qué ausente
cuando a la soledad te sacrifico!
Dulce como tu nombre, como un higo,
me esperas en tu amor hasta que arribo.
Tú eres como mi casa,
eres como mi muerte, amor mío.
Y este otro...
Tú tienes lo que busco, lo que deseo, lo que amo,
tú lo tienes.
El puño de mi corazón está golpeando, llamando.
Te agradezco a los cuentos,
doy gracias a tu madre y a tu padre,
y a la muerte que no te ha visto.
Te agradezco al aire.
Eres esbelta como el trigo,
frágil como la línea de tu cuerpo.
Nunca he amado a una mujer delgada
pero tú has enamorado mis manos,
ataste mi deseo,
cogiste mis ojos como dos peces.
Por eso estoy a tu puerta, esperando.
Hay veces que la gente no muere, Jaime Sabines vive en mi, vive otra vida y morirá otra muerte. No hay escritor que me llene tanto como él, y no es simplemente debido a su calidad si no por el largo tiempo que me ha acompañado y el largo camino que hemos recorrido juntos.