miércoles, 1 de abril de 2009

A estas horas, aquí


Todo este accidente que procede a la oscuridad, se desencadenó hasta traernos aquí. ¿Pudieron acaso las mareas desatadas hace mucho llevarnos a lugares diferentes al nuestro?, ó ¿es así como debió todo suceder? La casualidad se funde con la causalidad de forma insoportable, hasta robar el aliento. Este momento es trémulo y milagroso, su frágil existencia implica una cadena de otros momentos igual o más fragiles, este momento es imposible y sin embargo henos aquí.


Esperamos una eternidad para vivir este momento y su triste ocaso desemboca en otro momento que también es imposible y milagroso. La vida es un don, dice mi madre. Un don es un regalo, es un presente, es algo que le es concedido a alguien que de otra forma no lo tendria. Nuestra existencia es fruto del azar, de la alineación improbable pero cierta de un grupo de estrellas, del choque de los siglos y los mares, del amor y de la muerte. Se nos fué dado el don del misterio, el don de la vida, de la soledad, de la muerte. La muerte también es un regalo, uno que se antoja amargo, pero necesario. Creo que algun día debo de extinguirme, dijó un hombre sabio. El don de no ser, de regresar a la oscuridad donde empezó todo, donde por accidente se desencadenaron momentos que nos trajeron aquí, y benditos sean cada uno de ellos, por que, a pesar de todo, no quiero estar a ninguna otra parte.

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