domingo, 2 de noviembre de 2008

Ideas sueltas




Hay un libro verde sobre las sabanas blancas de mi cama. Ese libro ha pasado por tantas manos que ni siquiera puedo imaginarlo. Es más viejo que yo. Existe mucho antes de que yo existiera. Él que lo escribió, no este libro, por que él lo escribió en otro idioma, en francés, ese que lo escribió dejo de existir antes de que yo existiera. Cuando yo leo el libro, de alguna forma el vuelve a existir, me esta hablando desde su vida vivida en tiempos lejanos, que para mi no existen, que no puedo siquiera imaginar. ¿Qué es el tiempo transcurrido antes de mi llegada al mundo? No es más que un cúmulo de porvenires, de días, de besos, de caricias, de guerras, de atardeceres, de niños jugando en las calles, de mujeres añorando a sus hombres, de hombres aferrados al retrato de sus mujeres, de antigüedades, de sueños, de esperanzas, que en un momento, así como llegaron se esfumaron, no existen para mi de ninguna forma posible. Este hombre que escribió este libro no sabe que existo. No lo sabe por que está muerto y por que vivió antes de que yo existiera, por que es imposible su existencia, por que es un sueño que me habla con la voz de letras que salen de las páginas amarillas de un libro. Este hombre ignora que me hace sufrir, que me hace viajar dentro de mí, que me hace tocar la existencia, que la materializa para mi y que luego se desvanece y mi respiración se corta y me desespero y sigo buscando en sus páginas y en el cielo y en mis ojos y en los ojos de ese ser que recuerdo, que esta lejos, pero esta aquí junto a mi y no, no encuentro y encuentro y pierdo, por que todo dura solo un instante y todo es irremediablemente deleble. El existe, se que existió por que leo este libro. ¿Yo existo? ¿Quién me lee? Soy ese que vive en las pupilas de los otros, irremediablemente soy ese, pero aquí dentro de mi vive otro, inimaginable, que solo existe para mi, su único observador, y ese no es nadie, por que nadie más que él mismo se conoce y ni siquiera eso y no soy ese tampoco. Cuando camino por las calles pienso en tantas cosas, nunca tengo la mente en blanco ¿en que pensara él, mi amigo, cuando hunde su mirada en la nada? Él es el que veo, pero no, no puede ser solo eso, ¿qué es lo que está viendo? Es menester saberlo para conocerlo. ¿En que pensara ella cuando le digo que la quiero? Si no lo cree es inútil entonces que yo lo crea, ella escucha lo que digo, pero no basta, es menester que sienta lo que yo siento, es menester que me meta dentro de ella para saber que hay mas allá, pero mi mirada solo llega hasta donde lo permite su piel. Y sigo observando el libro y me asusto, me siento tonto, ¿Cómo puedo ponerme a reflexionar sobre la vida, sobre la existencia? Es inútil, soy uno que existe, que no puede ver sobre él ni sobre su existencia. Solo los muertos, los que no existen, pueden reflexionar sobre la vida, por que la pueden ver como un todo, como un montón de cosas. Yo no, hay una oscuridad impenetrable que no me deja ver, camino hacia ella, voy a tientas y eso es la vida para mí, un no saber qué, un esperar lo inesperado, lo inimaginado, un esperar nada, un esperar todo. Soy un árbol que se cayó en el bosque y que fue escuchado, aquellos que lo escucharon perecerán y entonces junto con ellos dejaré de existir y ni siquiera ese libro, ese sonido que se extendió hasta mi, de una forma inexplicable, hace que ese hombre exista otra vez, pero esta aquí, lo juro que está aquí, existiendo, hablándome desde algún punto de su vida, un momento que no existe más y que sin embargo resuena hasta el fondo de mis oídos. Hay un libro verde sobre las sabanas blancas de mi cama, un libro que existe y me rodea.

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